Realmente somos hermanos

El 3 de febrero asistí con mi familia a un evento enmarcado en la semana por la unidad de los cristianos que tuvo lugar en Burgos en la iglesia Evangélica de IECUA (Iglesia Evangélica Comunidades Unidas Anabautistas).

Participaron distintos grupos cristianos de distintas denominaciones, distintos carismas y distintas formas de vivir la Fe.

Hubo cantos de alabanza y de acción de gracias, algún pequeño momento de oración, un vídeo en el que se nos invitaba a pasar un poco más a la acción social, incluso hubo tiempo para un testimonio de una chica que había recibido la efusión del Espíritu Santo hace poco y aún estaba “on fire”… Y al terminar estuvimos un largo rato compartiendo con la gente con un picoteo.

Como mi familia éramos un grupillo de unas 8 personas, cogimos unas sillas y nos sentamos todos juntos en una parte ligeramente elevada de la iglesia, que habitualmente es el lugar desde el que se predica. Desde esa posición tenía una perspectiva que me permitió ver la sala entera. Prepararon un lugar en el centro con todos los instrumentos colocados en círculo y los asistentes estábamos sentados alrededor. Jóvenes, niños, adultos, ancianos, todos atraídos y unidos por el Espíritu Santo, por el amor a Cristo. Es realmente bonito, bueno y enriquecedor.

Si queremos transmitir el amor de Dios a todo el mundo, empezando por nuestra ciudad, deberíamos comenzar por amarnos los unos a los otros, primero entre los mismos cristianos, para que sea verdaderamente creíble la buena noticia del Evangelio. No como una teoría ni como algo que hay que hacer una semana en concreto porque nuestro obispo lo pide, sino de corazón.

Todos consideramos a Cristo el centro de nuestra vida. Lo reconocemos como nuestro Señor. Todos pedimos ayuda, guía y consuelo al Espíritu Santo. A todos nos dijeron que podíamos relacionarnos con Dios como con nuestro Padre bueno. Realmente somos hermanos. ¿Eso significa que todos hemos de ser iguales? Claro que no. Tenemos grandes, pequeñas y medianas diferencias que no debemos obviar, pues es gracias a la tradición en la que cada uno haya crecido como cristiano la que le ha llevado hasta los pies de la Cruz.

No me siento cómodo estando en ninguno de los dos extremos: Ni obviando las diferencias, ni centrándome solo en ellas. Pienso que debo preocuparme por formarme: Saber quién soy, de donde vengo, dónde estoy respecto a Cristo. Eso me ayudará a comprender las diferencias y peculiaridades de los hermanos que viven la misma Fe que yo pero de forma diferente.

Hay diversidad en la Iglesia como la hay en el mundo. Esa diversidad es fruto de diferencias, esas diferencias provocan que nos hagamos preguntas y esas preguntas nos lanzan al otro, al hermano que nos confronta. Hay mucho que aprender unos de otros, hay mucho que comprender unos de otros, mucho que compartir y mucho que crecer, desde la humildad y el respeto.

Os invito a orar conmigo para que la unidad de los cristianos sea REAL y PERMANENTE en nuestra ciudad, en nuestro país y en el mundo para que se hagan vida las palabras del apóstol Pablo en Gal 3, 26-28: “Efectivamente, todos vosotros sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo habéis sido revestidos. Ya no hay distinción entre judío o no judío, entre esclavo o libre, entre varón o mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús

Vicente Vázquez, Comunidad Fe y Vida

Deja un comentario