Vosotros sois la Sal y la Luz del mundo

Del 13 al 19 de agosto, la ciudad de A Coruña fue testigo de un aluvión de jóvenes de toda España, encendidos por el fuego del Espíritu, para llevar el amor de Dios a toda la ciudad. Estas jornadas evangelizadoras, organizadas por el Ministerio Nacional de Jóvenes de la RCCE y la Pastoral Juvenil de Santiago, movilizaron a más de 200 jóvenes de todo el país para evangelizar a través del arte y la acción social, anunciar el amor de Dios en las calles y animar a las parroquias, además de participar en muchos eventos nocturnos dedicados a proclamar el regalo del amor divino.

Además, diversas realidades carismáticas contribuyeron en la preparación, como la comunidad internacional de origen italiano Abraham, los grupos de oración de Galicia y el predicador invitado, Pete Burak, de Renewal Ministries (EE.UU.).

Compartimos con vosotros seis testimonios de algunos de los jóvenes participantes.


Cuando caminábamos por A Coruña e iniciamos la misión yo miraba a las personas en la playa, en la calle, en las terrazas comiendo o incluso en la parroquia a la que me habían asignado con el pensamiento de que probablemente ya se habían encontrado con Jesús, pero que simplemente no querían seguirlo, que ese día no tenían tiempo y que los que ya creían en él y compartían con nosotros, lo entendían todo y no necesitarían palabras de nuestra parte.

El último día del encuentro, yo pensaba muy diferente y ciertamente me sentía diferente.
Primero, porque antes de salir en misión, en la primera enseñanza que tuvimos mi motivación y confianza ya habían desaparecido, no por nada en particular que se nos dijera, pero porque me empecé a creer la mentira de que yo no era nadie para decirle a otro «Jesús te ama» porque yo misma lo dudaba, porque no había vencido todos mis pecados y porque mi timidez no era la mejor herramienta para esta tarea. Sin embargo, fue acá donde me di cuenta de que mi forma de ser, mis limitaciones, mis habilidades se quedan cortas con las gracias que otorga Dios.
En la parroquia donde me encontraba, uno de los chicos que organizaba, me miro y me propuso hacer una proclamación. No sabía que era, no sabía cómo se hacía, pero como se nos sabía enseñado en el encuentro que para permitir que Dios haga su parte, yo debía aceptar también. Decidí en ese momento decir «Sí» y salir de mi comodidad de estar como siempre he dicho «tras bambalinas» porque me resultaba cómodo, pero a la vez incómodo, porque desde que yo había tenido mi encuentro personal con Jesús poco tiempo atrás, mi corazón me pedía contarle a todos la buena nueva, decirles que alguien los amaba. Aun así mis miedos, mis debilidades, mi mente con prejuicios hacia mí y hacía otros me detenían.
No recuerdo muy bien lo que dije, no recuerdo el sonido de mi voz, solo recuerdo a un par de personas asentando con sus cabezas al oírme y eso me motivaba a seguir. Varios me dijeron luego, «Que bien se te da, te veías con mucha paz». Hasta este preciso momento solo sé que por su gracia y sus fuerzas pude lograrlo, porque es en serio, yo soy de las que prefiere conectar su teléfono y acabarse los datos que levantarse y preguntar si tienen Wifi en el local.

Dios y sus caminos son perfectos y están perfectamente trazados. Cuando yo dude de mi fe, el encuentro al que asistí fue para decirme claramente en la eucaristía «Aquí estoy» deja de buscar tanto, deja de leer y tratar de entender todo. Cuando dudé de mis habilidades para aportar a la misión que Jesús nos dio, llegue a este encuentro y me hablo directo de nuevo. Me dijo y me hizo entender que sin sus fuerzas, sin su espíritu no puedo ayudarle a trasmitir lo que el otro necesita, que la misión no es salir de tu país únicamente, es ver a tu alrededor y decirles con tu vida y cuando sea necesario con palabras que Jesús los ama, que la misión es diaria, que no necesitas acercarte únicamente a los que nunca han escuchado su nombre es también acercarse a tus hermanos en la iglesia y recordarles de ese amor que conocemos. La misión no es solo salir y proclamar, la misión es muchas veces orar en silencio y pedir por las necesidades de los que si han dejado todo por anunciar el evangelio, por los que tienes al lado y por los que aún no le conocen. Tu vida es misión y todo lo que hagas en su nombre impacta directamente o indirectamente la vida de otro.
Por último Jesús hizo que recordará que si yo estuviera en esa playa, en esa calle, en esa mesa y en esa parroquia y no estuviera sintiendo su amor, él estaría cada segundo buscando un corazón dispuesto, un corazón que diga que si para poder llamarme de vuelta a casa, donde he pertenecido desde antes de nacer y donde aún me espera con el amor más perfecto que tan solo podemos soñar.

Ana Lucía Reyes Rodríguez, 26 años, Barcelona, RCCE

Foto de todos los jóvenes.
Fuente: Pete Burak (@peteburak)

Para comenzar mi testimonio es clave destacar que cuando llegué a La Coruña mi fe estaba en declive, espiritualmente estaba un poco alejada y sin duda, esa semana allí me llenó de grandes momentos muy cercanos al Señor. De esas innumerables experiencias, me gustaría destacar una que sentí especialmente cercana. Nos encontrábamos realizando una adoración nocturna “Una luz en la noche” y al designar las tareas de cada uno para servir en nombre del señor esa noche, me fue designada la de realizar una intercesión por dos de mis compañeros que se encontraban evangelizando en la calle. Era la primera vez que lo hacía y no sabía muy bien como realizarla, pero comencé a rezar y decidí pedirle al Señor lo siguiente, le dije: “Señor, no sé muy bien como hacer esto, no sé si lo estoy haciendo bien y quiero hacerlo bien así que por favor dame una señal de que lo estoy haciendo bien, de que es así como se hace, pero una señal que sepa que eres tú”.

Tras un largo rato, yo seguía rezando cuando una mujer que en ese momento no conocía se acercó y me dijo al oído: “Estaba rezando y he sentido que el señor quiere que te diga que lo estás haciendo muy bien tal y como lo estás haciendo y que está sintiendo que en estos momentos le estás amando mucho”. Tras esto, pensé que vaya una señal más clara no me podía haber dado, pero esto no acaba aquí si no que anteriormente le había pedido al Señor que si quería que obrase en alguien o hiciese algo por él, que me lo hiciera sentir de una manera muy fuerte, que supiera que era él. Pasado un buen rato, de repente veo a una chica que estaba sentada delante de mí, pero no la veía muy conectada, no estaba rezando y de pronto sentí como una alegría muy muy muy fuerte y el pecho me ardía y sentía que tenía que decirle algo, no sabía el qué pero tenía que decirle algo. Cuando me acerqué las palabras, pues salieron solas, y después de decirle eso me alejé y vi que comenzaba a derrumbarse y a llorar. Tras estas experiencias pude comprender y experimentar que Dios está vivo y presente.

Marta García, 17 años, Alicante,
Pequeña Familia de Betania

Adoración en el Paseo Marítimo.
Fuente: Omar Vicentin, Comunidad Abraham (@omarvicentin)

Este año tuve la oportunidad de poder participar en el encuentro sal y luz, para mí, fue un campamento muy diferente, pues tuve que salir de mi zona de confort poniéndome en sus manos hasta el último momento, cuando llegué allí nada era como esperaba y, por un lado, quería irme, pero por el otro entregué todo aquello que no iba en mis planes para que Dios hiciera de esos días una experiencia inolvidable. Yo tuve la oportunidad de servir en acción social y estuve ayudando en una residencia de ancianos, allí pude aprender muchísimas cosas, vi las dificultades que muchos de los que allí vivían tenían, pero aun así seguían con sus sonrisas en la cara, vi cómo nos agradecían estar allí y cómo con una simple visita les alegrábamos el día. Algo que me llenó grandiosamente fue cuando una de las mujeres que tuve el placer de conocer nos dijo a mí y a una compañera que debíamos salir más a la calle y que debíamos seguir dando a conocer al Señor allá donde fuésemos, pues los jóvenes hoy en día estaban deshumanizados, y aunque esa frase en parte me dolió, por otro lado, encendió algo en mí.

Otro día hicimos una luz en la noche, y tuve la suerte de poder participar en el ministerio de música desde donde pude ver cómo trabajaban todos mis compañeros, pude ver cómo la gente pasaba por acogida, se acercaban al Señor y lo que más me impactaba era cuando gente que yo creía que pasaban por simple curiosidad o por reírse acababan acercándose al sacramento de la penitencia. Esto de primeras no lo sentía, pues no paraba de tener la tentación de pensar que desde el ministerio yo no evangelizaba o no era tan importante mi función como la del resto, pero una vez acabó esa noche, nos quedamos para recibir la bendición y comprendí que Dios me quería ahí para ver como cuando él obraba todo era perfecto.

Para mí este campamento ha sido diferente, pero una gran bendición, unos días muy necesarios para comprender que Dios se hace grande en lo pequeño y que debemos ofrecer aquello que nos incomoda para que Él pueda obrar sin límites.

Lidia Mateo González, 19 años,
Cuenca, RCCE

Chester al comienzo del encuentro sobre vivir en misión.
Fuente: Ministerio Nacional de Jóvenes de la RCCE (@mnj_rcce)

Para mi Sal y Luz fue una experiencia para reencontrarme con JESÚS, sentir la presencia del Espíritu Santo en mí y vivir en comunidad como nos pide Dios, ver a tantos jóvenes viviendo la fe con tanto amor me hizo recordar la familia que tengo en Dios y en la iglesia, lo que más marcó mi corazón de lo que viví fue experimentar como formamos parte del cuerpo de Cristo y como cada uno de nosotros hacemos una pequeña parte para que los demás conozcan a JESÚS, los tiempos de oración, los días de misa, la alabanza y adoración, evangelizar, todo me hizo acercarme más a Dios y despertar en mí esa mayor necesidad de Dios y de que todos le conozcan.

Andés Vargas, 24 años, Alicante,
Pequeña Familia de Betania

Imposición de la cruz al final de la misa de envío.
Fuente: Ministerio Nacional de Jóvenes de la RCCE (@mnj_rcce)

Uno de los momentos que más me impactó en Sal y Luz fué en uno de los días, en los que el grupo de evangelización salía a la playa a evangelizar, e invitar a la gente a una adoración, que estaba sucediendo en ese mismo momento en una parroquia a pie de playa.

Yo junto a otra chica estábamos en el paseo marítimo, invitando a la gente a pasar por la adoración o simplemente hablándoles de Jesús. Pero, en un momento el Espíritu Santo me impulsó a hablar con dos adolescentes, para invitarles a un torneo de voleibol que había sido organizado por nosotros y iba a suceder en la playa al siguiente día. Al ver su interés por el por qué estábamos evangelizado en la calle, les expliqué quiénes éramos y qué hacíamos. Al seguir mostrando interés les invité al concierto que iba a suceder esa misma noche. Al llegar la hora del concierto los vi llegar con aún más amigos al concierto, y esto fue muy chocante porque fueron los primeros en llegar al concierto. Al comenzar el concierto yo me tuve que ir a evangelizar a la calle y seguir invitando a la gente al concierto, justamente casi al final del concierto que resulta que era una adoración eucarística, llegué de evangelizar y me fijé que estaban esos mismos jóvenes alabando con los brazos abiertos y cantando. Se les veía radiantes y llenos de felicidad, fui a hablar con ellos para ver cómo estaban y si les estaba gustando. Y en ese mismo momento el espíritu santo me impulsó a hacer una oración de sanacion por ellos individual.

Es curioso porque he sido consciente de la fuerza de la oración de sanación en este encuentro y como te puede transformar y curar el corazón, como me pasó a mí.

Al verme abrumado por la insistencia del espíritu santo para realizar una oración de sanacion por ellos pregunté a mi alrededor a los mayores porque sabía que ellos la harían mejor que yo. Pero quedaba un chico sin nadie que pudiera orar por él y yo le decía que no al espíritu santo, pero él insistía para que yo orara. Acepté su voluntad y conjunto a otra chica oramos por este chico. Y ver como el espíritu insufla palabras que no sabes porque las dices y ver cómo le transforma la mirada por quien se está orando es brutal.

Al terminar la oración seguí hablando con ellos y ver como tenían las caras iluminadas y como se emocionaban o como se notaban más ligeros me emocionó por ver como un pequeño hágase, se vale el padre para actuar.

Por esto os invito a todos los que estéis leyendo este testimonio a decirle a Dios hágase. Y verán como Dios transforma.

José Martínez, 18 años, Alicante,
Pequeña Familia de Betania

Estos días de full-immersion en el Espíritu han marcado un antes y un después en mi vida matrimonial.

Me apunté a Sal y Luz con mi marido para apoyar el encuentro y prestar mi pequeño servicio a los jóvenes siendo yo experimentada en estos tipos de celebraciones, y también para dar a mi marido la posibilidad de conocer más de cerca y de primera mano la realidad de la renovación carismática que me plasmó desde la tierna edad, con su particular misión de familiarizarnos con el Espíritu Santo y su labor en nuestras vidas.

Desde el minuto cero vivimos ambos una profunda inmersión en el Espíritu durante los tiempos de oración comunitaria que nos ayudaron a derrumbar barreras interiores y a experimentar una nueva comunión espiritual. Fue impresionante ver como el Espíritu de Dios iba penetrando en los corazones de ambos y ablandándolos. Entre nosotros empezó a fluir una nueva forma de hablarnos y comunicarnos, la luz del Espíritu Santo iluminó algunas zonas de sombras que nos hicieron mucho sufrir en nuestra relación.

Por si fuera poco, nuestra situación familiar laboral se encontraba en un punto crítico y una tarde, tras la evangelización en el paseo marítimo de A Coruña, recibimos una llamada telefónica en la que se nos confirmaba un trabajo muy interesante a partir del mes de septiembre.

No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. (…) Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura.” (Mt 6, 31-33)

En Sal y Luz experimenté la Providencia de Dios, espiritual y materialmente. Volví con energías renovadas y con el deseo de seguir activa en el apostolado, con la inmensa alegría de saber que ahora puedo contar más profundamente con mi marido.

Gracias a Dios y gracias a todos los hermanos que lo han hecho posible.

Martina Dal Sacco, 42 años, Valencia, Comunidad Abraham

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