
¡Feliz Pascua! Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado.
Durante la cuaresma que acabamos de vivir, nuestro querido Raniero Cantalamessa nos ha dirigido diferentes predicaciones con el deseo, en sus propias palabras, de “animarnos a poner al Espíritu Santo en el centro de toda la vida de la Iglesia y, en particular, en este momento, en el centro de las decisiones sinodales. En otras palabras, retomar la apremiante invitación que el Resucitado dirige, en el Apocalipsis, a cada una de las siete Iglesias de Asia Menor: “El que tenga oídos, escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 2, 7).”
Primera predicación
«Renovar la novedad»
La Iglesia debe “caminar a través de la historia, junto a la humanidad, tratando de discernir los signos de los tiempos,” sin “descolgarse” del mundo y de la realidad que se vive, con la flexibilidad y creatividad de acción necesarias, en una renovación continua “que no es otra cosa que la necesidad de conversión continua, extendida desde el creyente individual a toda la Iglesia. La novedad no es un problema en sí misma, sino la forma de tratar con ella, dado que “toda novedad y todo cambio se encuentra en una encrucijada; puede tomar dos caminos opuestos: o el del mundo, o el de Dios: o el camino de la muerte o el camino de la vida.“ Y será el Espíritu Santo quien guíe por el camino de la vida y la verdad plena (Jn 16,13).
Segunda predicación
«No me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación»
Ante la urgencia de la evangelización como cuestión fundamental en la Iglesia, no se puede perder de vista que “para el éxito de todo nuevo esfuerzo de evangelización es vital tener claro el núcleo esencial del anuncio cristiano”, acercándolo a la situación actual del mundo, y ese núcleo es Cristo Jesús, que nos ha alcanzado la redención y ha pagado el precio de nuestros pecados: evangelizar no es el anuncio de una doctrina o una teoría, sino propiciar las oportunidades para un encuentro personal Cristo. “Somos salvados por la gracia de Cristo Jesús (…) somos justificados por la fe en Cristo Jesús. (…) No es una doctrina, sino una Persona.”
Tercera predicación
«¡Dios es amor!»
“Sin teología, la fe se convertiría fácilmente en repetición muerta” y, esta teología que es necesario mostrar y transmitir no es otra que la del Amor con el que somos amados por el Padre, expresado en la encarnación y en la pasión y muerte de Jesús, así como el amor por el cual, en Cristo, nosotros podemos dar una respuesta de amor al Padre: es el mismo amor, y no menos, con el que Dios Padre ama a Jesucristo. “La noticia más hermosa que la Iglesia tiene que hacer resonar en el mundo, la que todo corazón humano espera escuchar, es: “¡Dios te ama!”.”
Cuarta predicación
«Mysterium Fidei!»
“La liturgia es el punto de llegada, hacia donde tiende la evangelización.” Con esta expresión, se ahonda a lo largo de esta catequesis en la liturgia sagrada, en la profundidad de la Eucaristía y de la adoración al Santísimo Sacramento como medio predilecto para poder tener una experiencia personal e íntima de lo sagrado, de la presencia de Dios: no es suficiente sólo con el anuncio, será necesario, después, vivirlo y experimentarlo. “Nada puede penetrar mejor en el corazón del hombre y hacerle sentir la trascendente realidad de Dios que una palabra viva de Dios, proclamada con fe y adhesión a la vida, durante la liturgia.”
Quinta predicación
«Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo»
Dios no ha creado el mundo, el universo, para después marcharse y dejar que siguiera funcionando por sí sólo, sin intervenir en absoluto en él. Cristo no murió y resucitó para volver al cielo y dejar a la Iglesia y al mundo, funcionando por sí misma, sin hacerse presente y vivo en medio de ella y de cada uno de nosotros: Cristo sigue presente y actuando, cada día, en el Espíritu Santo. La Palabra de Dios es viva y eficaz y, una vez que ha sido pronunciada por Él, se actualiza y renueva cada vez que es pronunciada de nuevo. Del mismo modo, su envío a anunciar el Evangelio y a trabajar por la Iglesia y el mundo, son actuales y demandan de nosotros salir de nuestra tierra para caminar por la vía que Dios nos va marcando.
