
En palabras del Cardenal Raniero Cantalamessa, el Evangelio de hoy nos habla sobre un problema fundamental para el hombre: el sentido de actuar y trabajar en el mundo. Qohélet, en su libro, nos lo expresa en términos desconsoladores: «¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?». Este Evangelio (Lucas 12, 13-21) nos sugiere cómo remontar esta peligrosa pendiente.
Perdida toda fe en Dios, hoy con frecuencia muchos se encuentran en las condiciones de Qohélet, que no conocía aún la idea de una vida después de la muerte. La existencia terrena parece en este caso un contrasentido. Pero existe también una vía de salida al «todo es vanidad»: enriquecerse ante Dios. Lo más importante de la vida es hacer el bien. El bien poseído se queda aquí abajo; el bien hecho lo llevamos con nosotros.
Los dos hermanos del Evangelio que nos ocupa están equivocados porque su conflicto no deriva de la búsqueda de la justicia y de la equidad, sino de la codicia. Entre ellos ya no existe más que la herencia para repartir.
Las cosas y las criaturas volverán a parecernos bellas y santas el día en que dejemos de querer sólo poseerlas o sólo «consumirlas», y les demos el uso para el que nos fueron dadas, que es el de facilitarnos alcanzar nuestro destino eterno. Es muy revelador que el Cardenal nos haya regalado estas últimas palabras en el día de San Ignacio de Loyola. “…y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, cuanto para ello le impiden…” [EE 23]
Para todos aquellos que deseéis leer el comentario al Evangelio completo podéis hacerlo en: https://misionmas.wpcomstaging.com/2022/07/30/xviii-domingo-del-tiempo-ordinario-ciclo-c-card-raniero-cantalamessa/
