Malinas 4: Renovación y poder de las tinieblas

Este «Documento de Malinas-4» trata de un tema especialmente delicado: ¿Cuál debe ser, teórica y prácticamente, la actitud cristiana frente a la realidad y a las influencias del Espíritu del Mal en el mundo?

Nosotros te ofrecemos un pequeño extracto. Aquí tienes el enlace para leerlo completo: https://gratuidad.com/12_Sobre_la_RCC/Malinas/documento-de-malinas-4.pdf

Pablo VI nos invita a romper el silencio y a reconocer que todavía hoy la presencia del Maligno no es, ¡por desgracia!, un anacronismo.  Dice el Papa: «…el mal no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa. Se sale del cuadro de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer su existencia; o bien la explica como una pseudo-realidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias…”

No se ha dicho que todo pecado se deba directamente a la acción diabólica; pero es, sin embargo, cierto que quien no vigila con cierto rigor moral sobre sí mismo (Mt 12,55; Ef 6,11) se expone a la influencia del «misterio iniquitatis», a que se refiere San Pablo (2 Ts 2, 3-12), y hace problemática la alternativa de su salvación.

Se sale de la enseñanza de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer su existencia; o bien quien hace de ella un principio que existe por sí y que no tiene, como cualquier criatura, su origen en Dios.

Se debe evitar, en efecto, imaginar a Satanás como una especie de anti-Dios, como si se tratará de dos absolutos enfrentados. Dios es el único absoluto trascendente y soberano: el demonio, criatura de Dios, originariamente buena en su realidad ontológica, desempeña en la creación un papel de parásito destructor, negativo y subalterno. Es el Padre de la mentira, de la perversión. Es una fuerza consciente que conoce, quiere, persigue un designio destructor y se coloca y obra así en el anti-reino, es decir, en la oposición al Reino mesiánico. 

La Biblia lo presenta como un ser personal, invisible por sí mismo, dotado de conocimiento y de libertad.

No podemos leer el Evangelio sin sentirnos sorprendidos por la presencia del Maligno en su oposición a Jesús. El enfrentamiento es constante. Se le percibe claramente en el umbral de la vida pública del Salvador. El relato de las tentaciones en el desierto es como el prefacio de la misión que el Salvador se disponía a cumplir y como la clave del drama que iba a desarrollarse en el Calvario.

Jesús luchará contra aquellos que el demonio usa como instrumentos para hacer que se desvíe del camino del Padre: los judíos de su tiempo y, en algunas ocasiones, los mismos apóstoles, Pedro (Mt 16,23), Santiago y Juan (Lc 9, 54- 55).

El Señor no dijo que el demonio esté en origen de todo pecado de los hombres y que todas las faltas sean cometidas por instigación suya.

Se combate al demonio preventiva y positivamente con todo lo que alimenta y fortifica la vida cristiana y, por tanto, en primer lugar, con los Sacramentos y entre éstos la Eucaristía, que es fuente de curación y de liberación. El bautismo, la reconciliación, el nombre de Jesús.  

El pecado es el arma de la que dispone el demonio. Sería muy importante leer todo lo que el Cardenal Suenes escribió acerca del pecado. La Renovación Carismática ha suscitado una toma de conciencia más clara del Espíritu del Mal y del pecado en el mundo. 

El Espíritu ayuda a percibir con mayor sensibilidad las causas profundas del desorden que nos rodea. Ayuda a percibir que el mal que sufrimos no está en primer lugar en las instituciones y en las cosas, sino en nosotros, en nuestra voluntad, en nuestra alma. Lo peligroso es el pecado en el hombre y quien dice pecado penetra en un campo en que el Espíritu del Mal ejerce su influencia. 

No se puede amar el bien sin odiar, no al pecador, pero si al mal y al pecado. A quienes le dejan campo libre, el Espíritu Santo les da una nueva sensibilidad para ver, denunciar y combatir todo lo que es negación de Dios en el mundo. 

«Señor, Padre Santo, que para nuestro bien espiritual nos mandaste dominar nuestro cuerpo mediante la austeridad; ayúdanos a librarnos de la seducción del pecado y a entregarnos al cumplimiento filial de tu Santa ley». 

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