
«Hay un elemento común – nos dice el Cardenal Raniero Cantalamessa en su homilía del 4º domingo de Cuaresma- que une entre sí las tres parábolas de la oveja perdida, de la dracma perdida y del hijo pródigo narradas una tras otra en el capítulo 15 de Lucas. ¿Y qué dice Jesús como conclusión de cada una de las tres parábolas? «Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión».
El leitmotiv de las tres parábolas es por lo tanto la alegría de Dios. (Hay alegría «ante los ángeles de Dios» es una forma hebraica de decir que hay alegría «en Dios»). En nuestra parábola, la alegría se desborda y se convierte en fiesta. Aquel padre no cabe en sí y no sabe qué inventar: ordena sacar el vestido de lujo, el anillo con el sello de familia, matar el ternero cebado, y dice a todos: «Comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado».
En una novela suya, Dostoiewski describe una escena que tiene todo el ambiente de una imagen real. Una mujer del pueblo tiene en brazos a su niño de pocas semanas, cuando éste –por primera vez, dice ella- le sonríe. Compungida, se hace el signo de la cruz y a quien le pregunta el por qué de aquel gesto le responde: «De igual manera que una madre es feliz cuando nota la primera sonrisa de su hijo, así se alegra Dios cada vez que un pecador se arrodilla y le dirige una oración con todo el corazón» ( L’Idiota , Milano 1983, p. 272). «

Para leer la homilía completa: https://misionmas.wpcomstaging.com/2022/03/26/iv-domingo-de-cuaresma-ciclo-c-raniero-cantalamessa/
