

Este tercer documento de Malinas nos habla de algo sumamente actual que todos estamos viviendo en estos momentos, por lo que todos debemos conocerlo y leerlo bien.
Nosotros te ofrecemos un pequeño extracto. Aquí tienes el enlace para leerlo completo: https://gratuidad.com/12_Sobre_la_RCC/Malinas/documento-de-malinas-3.pdf
En principio, se ofrecen dos centros de perspectiva al cristiano que quiere vivir y expresar su fe en el corazón del mundo.
En primer lugar, puede fijar su mirada en Dios, abrirse a su Palabra, a su acogida, a su gracia, y esforzarse después por llevar a su vida cotidiana la lógica de su fe, en todas sus dimensiones y consecuencias. El camino va de Dios a los hombres.
Por el contrario, otro tipo de cristiano se sentirá interesado primeramente por todo lo que pertenece al hombre y a la comunidad humana. Se sentirá, prioritariamente, parte interesada del mundo en sus angustias y alegrías. El camino va de los hombres a Dios.
De esta opción nacen dos tipos de cristianos, según se ponga el acento en lo espiritual o en el compromiso temporal. Esta diversidad está en el origen de las dos tendencias más importantes que frecuentemente oponen a los cristianos de hoy y que, necesariamente, hay que superar.
Ser cristiano es estar “injertados” en Jesucristo y al mismo tiempo en los acontecimientos del mundo. Es estar abiertos a Dios en la apertura al mundo. Es ser a un tiempo hombre de oración y hombre de acción, fiel a Jesucristo, Hijo unigénito de Dios y hermano de los hombres.
Instaurar la justicia es un deber fundamental del hombre. Pero esa justicia concierne a la vez a Dios y al prójimo.
Acusar a la ligera a los cristianos espirituales de pietismo y a los cristianos «sociales» de seculares, es desconocer a los unos y a los otros. El Cristo crucificado tiene la mirada fija en el Padre que está en los cielos, y el corazón traspasado por amor a los hombres. La cruz es vertical y horizontal simultáneamente.
Estamos destinados a acoger íntegramente este misterio en nuestras vidas. El servicio de los hombres y la contemplación de Dios están unidos. No podemos aceptar la deserción del mundo en nombre de Dios, ni el abandono de Dios en nombre de los compromisos temporales.
El testimonio del cristiano activamente comprometido en lo social y en lo político, exige desesperadamente su complemento, que es el testimonio del cristiano en estado de oración y contemplación.
Sin conversión personal profunda, no se puede ser instrumento de conversión del mundo. Para revolucionar el mundo no necesitamos más que predicar y vivir de verdad el Evangelio de Jesucristo. No tenemos derecho a descargar sobre Dios lo que es injusticia; somos nosotros los que tenemos que suprimirla.
Yo os invito a vivir a la vez bajo el impulso del Espíritu y a dejaros conducir por Él al corazón del mundo, al corazón de los problemas de los hombres. Hay que orar y actuar al mismo tiempo.
Se descubre con asombro que el Espíritu Santo puede actuar poderosamente en medio de los pobres aplastados por el hambre y la miseria. En las zonas de miseria donde la situación es infrahumana, se descubren, no infrahombres o criaturas humanas sin nada en la cabeza, incapaces de pensar, sino hombres de ideas y abiertos a la inspiración del Señor. Cristo es también sorpresa del Espíritu Santo.
Mostremos juntos al mundo que el verdadero amor de Dios debe pasar, como desbordamiento, al amor al prójimo. Vivamos juntos el misterio de Pentecostés.
