Malinas 2. Ecumenismo y Renovación Carismática.

En este segundo documento vamos a extraer algunos párrafos con la ilusión de que lo leáis entero en: https://gratuidad.com/12_Sobre_la_RCC/Malinas/documento-de-malinas-2.pdf , porque es un gran desafío para CHARIS dado que, como sabéis, el Papa Francisco desea que también los hermanos de otras confesiones cristianas formen parte activa de este servicio de comunión. 

El documento 2, escrito por el Cardenal Suenens, analiza las relaciones entre el Ecumenismo y la Renovación Carismática ya que esta última tiene un origen y vocación ecuménica.

Todo cristiano tiene el deber de escuchar atentamente «lo que el Espíritu dice a las Iglesias » y nuestro viaje ecuménico ha llegado a un momento crucial, a un punto decisivo: un nuevo soplo de vida atraviesa la atmósfera.

Después de cuatro siglos de ruptura -hablo del mundo de la post Reforma, con todas sus secuelas de desconfianza, rivalidad, odio y excomuniones- la marea negra se retira de nuestras playas contaminadas.

Esta es una gracia increíble. No hay palabra para expresar adecuadamente todo lo que el ecumenismo de la Iglesia Católica debe a los Papas, empezando por Juan XXIII y llegando a nuestro actual Papa Francisco. En cada época, el Espíritu habla a los suyos con invitaciones y acentos diferentes, que todos tienden a hacernos vivir el Evangelio » en Espíritu y verdad»

En la hora actual, percibimos algo así como un doble llamamiento, una doble corriente de gracias. Son otras tantas interpelaciones del Espíritu: 

  • La corriente ecuménica recuerda a los cristianos de cualquier obediencia que la Iglesia debe ser una, tanto para ser fiel a su mismo ser: » Sed uno como mi Padre y yo somos uno»; como para ser creída:» Para que el mundo sepa que Tú me has enviado» (Jn 17,21)
  • De forma paralela, otra corriente más reciente, atraviesa las Iglesias: la corriente carismática. Ella recuerda a los cristianos que el Espíritu es el soplo vital de su Iglesia, que su presencia activa y poderosa está siempre operante en la medida en que nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra audacia le permitan obrar.

Como se hacía constar en el documento publicado al final del coloquio internacional de teólogos reunidos en Malinas, en mayo de 1974: «Es evidente que la Renovación Carismática es ecuménica por su propia naturaleza. Es propio del Espíritu Santo el unir personas”

Este acentuar el papel del Espíritu Santo favorece indudablemente el diálogo ecuménico. Invita a considerar la existencia y el devenir de la Iglesia como una relación de dependencia mucho más radical de cara a Dios y nos estimula a unirnos en profundidad. 

Si los cristianos hubiesen sido plenamente cristianos, no se habría dado ruptura en la Iglesia. ¡Si nuestros teólogos, nuestros pastores, pudiesen como nuestros líderes laicos experimentar este “bautismo en el Espíritu”, que es una gracia de renovación interior de gran valor, encontrarían más fácilmente una amplitud de onda común y un gran enriquecimiento! Todo lo que es santo y animado de Espíritu evangélico viene de Dios y nos enriquece a todos.

El ecumenismo es obra del Espíritu Santo: es preciso que humildemente y abiertamente nos abramos a su soplo, que nos rinda a su acción y creamos en su presencia activa entre nosotros y en cada uno de nuestros hermanos. 

Este tercer milenio ve por ciertos signos que alborean en el horizonte – entre los cuales la Renovación Carismática es especialmente portadora de esperanza– que la restauración de la unidad visible está próxima. 

El Espíritu nos precede y hace estallar su poder. Hemos llegado al alba indecisa de una gran esperanza. 

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